Santo Domingo de Silos, donde convergen todos los caminos

3 noviembre, 2008

 

Corría el año 1.041 cuando Santo Domingo, por entonces, prior del Monasterio de Santa María de Cañas, es encomendado por el Rey Don Fernando a restaurar el humilde Monasterio de San Sebastián de Silos, en Burgos. Su impar obra, conformaría lo que hoy representa una de las mayores joyas del románico español.

Con escasos recursos económicos pero con mucha dedicación, el Monasterio, hoy conocido como Santo Domingo de Silos, logró convertirse en un conjunto arquitectónico de tipo religioso, inigualable. La conocida como ‘Gallinero del Santo’ (una magnífica sala capitular) y, especialmente, el sorprendente Claustro. Todo un compendio de arte y sabiduría, conjugado con una estética que no deja indiferente a quién lo visita.

Capiteles de formas imposibles, donde se mantiene la huella de importantes maestros que supieron plasmar las contradicciones de la Edad Media. Infinitas galerías divididas en dos alturas, la inferior y la superior, que confluyen en un patio central, despejado y presidido por el famoso ciprés, de unos 25 metros de altura, y que fue plantado allá por el año 1882. Hoy sigue asombrando.

Bajorrelieves como ‘La Anunciación’ o ‘El árbol de Jesé’,  dos obras maestras, que están datadas en el Siglo XII, permanecen aún hoy, a vista de todos. Como también lo está el Museo que la comunidad benedictina, atesora con especial celo, y que puede contemplarse, en el interior del Monasterio, después de pagar la obligatoria entrada.

Esculturas mozárabes y románicas, pinturas anónimas de los siglos XI y XII, y otras obras no menos interesantes como la Custodia Procesional (S.XVI) ,  el Cáliz de Santo Domingo de Silos (S.XI), o el Tímpano románico (S.XII).

En el programa de visitas se incluye también la visita a la botica de principios del XVIII, que conserva una biblioteca con más de 400 volúmenes, algunos del Siglo XVI y la sala conocida como ‘Botamen’, donde se guardan 400 jarros de loza, que fueron utilizados para la botica y otros tarros para pócimas y remedios.

El Monasterio está abierto todos los días de la semana, a excepción de algunos festivos, y en horarios concretos. Una curiosa tabla con los distintos oficios litúrgicos y celebraciones, reciben al visitante a la entrada del recinto, digna de ver.

Y para hospedarse, los monjes disponen de habitaciones donde alojar al caminante. Un lugar para “desfogarse” del estrés, buscando la calma espiritual. Durante al menos tres días, (y por el precio de 35 euros),  el huésped podrá asistir a las misas benedictinas y pasear por el solemne claustro. Eso sí, se pide estricta puntualidad en las comidas.

Vía|Monasterio de Silos

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