Romería del Rocío: cruzando el río Quema (1)

27 mayo, 2009
Fotografía: Carlos el hormigo

Fotografía: Carlos el hormigo

La romería del Rocío es seña de identidad de un pueblo. Andalucía, por estos días, coge la carreta y se echa al camino, entre dunas, polvo y cantes.La última parada es frente a la ermita de Almonte, donde se venera a la Blanca Paloma.

Fiesta conocida dentro y fuera de la península. Su fama rebasa fronteras y peregrinos ‘hailos’ de todas partes: Baleares, Valencia, Extremadura, Israel, Bruselas, Estados Unidos…incluso de Polonia. Todos parecen apuntarse ‘al carro’ de una tradición que perdura desde hace quinientos años.

Tras ser hallada en el siglo XV,  por casualidad,  en la zona conocida por ‘La Rocina’, por un  vecino de la localidad de Almonte (Huelva), que  estaba de caza, la Imagen de la Virgen del Rocío  fue depositada en una ermita que se hizo para la ocasión, ermita que luego  se reconstruyó en el lugar actual conocido por la ‘aldea’ .

Fotografía: Carlos el hormigo

Fotografía: Carlos el hormigo

Hasta ahí acuden durante todo el año, pero especialmente durante estas semanas previas al domingo de Pentecostés, una ingente cantidad de caminantes, en su mayoría devotos de la Imagen pero también bastantes turistas, intrigados por conocer y vivir intensamente esta fiesta.

Porque la religión aquí está unida de manera indisoluble a la diversión: cante y baile, acompañán al peregrino durante los días que dura la romería. Antes de la salida, durante el camino y a la llegada a la ermita. Uno de los momentos más peculiares se produce al cruzar el río Quema.

 

 Hasta allí llegan una buena parte del centenar de hermandades acompañados por el ‘simpecado  dentro del recorrido ya tradicional de la romería. Y es ahí donde los nuevos romeros son ‘bautizados’ , en una ceremonia simbólica de iniciación, con el agua ‘sagrada’, otra de las imágenes más características del camino.  El resto de hermandades, las que proceden de Cádiz principalmente, deben pasar con sus carretas por Sanlúcar de Barrameda, cruzando el Guadalquivir, y de ahí, una larga marcha,  por Doñana, entre dunas de arena.

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