Un gigante metálico en París

8 marzo, 2011

Como un gigante metálico en estado de latencia, la Torre Eiffel domina desde las alturas el horizonte parisino. Aunque hoy es el orgulloso símbolo de la capital de Francia no fue siempre tan querida por los franceses ya que en los años posteriores a su construcción se levantaron algunas voces acusadoras que tildaban al monumento de armatoste de hierro. A pesar de las críticas La Torre Eiffel consiguió perdurar y hoy en día es uno de los principales destinos del turismo que se deja caer por el país galo. La historia del gigante de hierro es un culebrón plagado de detalles y secretos. Os entra curiosidad ¿eh? Adelante, pasen y lean.

Llegamos a París muy temprano, tanto que creo que el ayuntamiento aun un había dispuesto las calles de la ciudad pero estaba tan adormilado que no me fijé. Lo que sí sentí en plenitud fue un frío polar que no tardó en desperezarme, erizando cada pelo de mi piel y amenazando con dejar vía libre a un pelotón de gérmenes dispuestos a hacerme la pascua.

Como todo guiri que visita París, mi principal deseo era visitar la Torre Eiffel sin embargo sabiamente guiado por los consejos de otros viajeros postergué esta visita emplazándola a la hora y lugar adecuados. Me dediqué primero a encontrar alojamiento y después visité Notre Damme.

Cuando el día comenzaba a amenazar con extinguirse para dejar paso a la noche, nos dirigimos hacia  la torre Eiffel. Al parecer la mejor forma de ver al coloso es desde la Place du Trocadéro. Así que sobre un plano vimos cuál era la estación de metro más cercana pero nos pasamos de humanos y erramos, lo que nos obligó a caminar un rato hasta la plaza.

Jamás pensé que me iba a impresionar tanto aquel monumento inerte pero lo cierto es que cuando dejé atrás la última esquina y llegué a la plaza me quedé helado. Frente a mí se erguía una insondable torre metálica que parecía no tener fin, colosal. Tan espectacular que es imposible dejar de contemplarla con la boca abierta durante un tiempo indeterminado. Por eso están tan orgullosos los franceses, pensé. Llegó el momento de las fotos típicas del guiri típico.

Tan fascinados estábamos con aquella estampa que nos sentamos en la plaza a leer algunas curiosidades sobre la Torre Eiffel. Descubrimos lo que os he contado unos párrafos más arriba: París no quería quedarse con este monumento levantado con motivo del centenario de la Revolución Francesa en 1889, esa revolución en la que el pueblo descubrió cuánto se podía conseguir descabezando monarcas. 

Setecientas toneladas de hierro esparcidas a lo largo de trescientos metros de altura eran demasiado metal y decidieron desmantelar el monumento tras la Exposición Universal que en 1900 tenía a París como anfitriona. Mira por donde en esta ocasión fueron los militares los que salvaron la Torre porque descubrieron que con tanta altura se podían colocar valiosas antenas en la cima. Así fue como gracias a la armada francesa la Torre Eiffel perduró.

Mientras leíamos todo esto en una guía de viajes, nos sorprendió la noche. Levantamos la vista del libro y vimos centenares de rostros observando con la boca abierta el monumento como si fuese a despegar o algo así. Nada más lejos. En un momento dado, surgió un destelló de una de los laterales de la Torre, seguido de otro y otro, y en unos segundos toda la torre se encontraba crepitando como un inmenso árbol de navidad. Los franceses habían puesto lucecitas que se encendían y apagaban por todo el gigante de hierro.

Con esta última estampa regresé a Madrid. Lo bueno es que curioseando sobre la historia de la Torre Eiffel descubrí cosas que me sorprendieron, como que Gustave Eiffel presentó el proyecto en la ciudad de Barcelona donde fue rechazado, o que este arquitecto fue el responsable de otras obras tan reseñables como el puente de Triana en Sevilla. ¿A que hay ganas de ir a visitar París?

David Nogales

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