El nombre oficial de este curioso balnerario, el único de Europa dividido por sexos, es La Lanterna, pero nosotros en Trieste lo llamamos amistosamente El Pedocin porque se dice que los militares se quitaban los piojos (Pedocio en triestino significa piojo y se trata de un dicho popular para decir que no hacían nada, que no trabajaban).
El balneario fue construido en el 800 bajo los el reinado de María Teresa I de Austria, que contribuyó también a los labores del puerto que para a pocos metros; es por ese motivo que encontramos una pared que divide las dos zonas: a la derecha los hombres y a la izquierda las mujeres y los niños hasta los 12 años. Pero esto a nosotras mujeres nos gusta porque nos podemos poner en topless.
Los turistas cuando llegan a la entrada se quedan un poco sorprendidos, pero nosotros triestinos amamos este balnerario tan central, ¡en plena ciudad! Yo misma lo alcanzo en 10 minutos desde mi casa y como la entrada cuesta sólo 1 un euro, pues es genial. A propósito de la entrada, si se fijan bien en la foto de arriba pueden ver que el billete se timbra en una de esas maquinitas que encontramos en los autobuses, ¡otra de sus extravagancias!
Normalmente acuden al balneario las personas que por un motivo u otro no pueden alejarse mucho para ir a la playa o que tiene poco tiempo, quizás también durante la pausa laborativa. Por ese motivo hay que acontentarse con lo que ofrece, y osea poca cosa: baños decentes, duchas con agua fría, sillas exteriores (para quien logra pillarlas), una zona para cambiarse y dejar la ropa (donde quien quiere, como yo misma, puede dejar su tumbona. Yo la até con la cadena de la bici, y así la tengo ahí todo el año, sin tener que llevar conmigo tanto trasto), una pequeña enfermería (pero sin personal) y durante la temporada de verano también hay socorristas.
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